Revista Cocina
Al oír la palabra Borgoña, lo primero que nos suele venir a la mente son sus elegantes y misteriosos tintos basados en Pinot Noir (aunque a algunos los tintos de esta región francesa sigan pareciéndoles un tanto sobrevalorados). Pero la Borgoña es también la cuna de los que para muchos son considerados los mejores vinos blancos de Chardonnay del mundo, que vienen sobre todo de Meursault y los viñedos de Montrachet.
Meursault está situado en la Côte d’Or, y aunque no tiene ningún viñedo clasificado como Grand Cru (en su día los propietarios de los viñedos no quisieron esta categoría, porque suponía pagar más impuestos), la calidad de sus vinos, sobre todo blancos, es innegable. 365 Ha de viñedo, donde el 96% es uva blanca, con viñedos famosos como Charmes, Genevrières, Poruzots o Les Cras, y productores mundialmente conocidos como Jean-François Coche-Dury, Domaine des Comtes-Lafon, Pierre Morey, o el que hoy nos ocupa, Antoine Jobard.
El apellido Jobard es uno de los ilustres en Meursault. Primero en manos de François Jobard, y actualmente estando su hijo Antoine al timón de la modesta bodega familiar, que elabora unas 30000 botellas de vino repartidas en 10 etiquetas, con frutos procedentes de sus alrededor de 6 Ha de viñedo, situados en las mejores fincas de Meursault, como Charmes, Genevrières o Poruzots. En esta casa, la vinificación es de lo más tradicional, con vendimias manuales, suaves prensados con prensa neumática, fermentaciones alcohólica y maloláctica en barricas de roble (15 - 20% nuevas) y crianza de unos 20 a 23 meses en barrica, sin battonage. Los vinos se embotellan sin filtrar.
Dejando de lado algunos vinos de Chablis, yo nunca había probado un vino blanco de la Borgoña propiamente dicha, de las Côte d’Or o Côte Chalonnaise, y hace unos días le tocó ser descorchada a una de las botellas que mi chica me había regalado por nuestro pasado aniversario.
Antoine Jobard Bourgogne Blanc 2009 (AOC Bourgogne, blanco con crianza 100% Chardonnay, Domaine Antoine Jobard), es el básico de la casa, y una buena forma de conocer el nivel del productor. Se elabora con uva procedente de viñedos situados en Herbeaux, En l’Ormeau, La Monatine, y Sous la Velle, con una edad media del viñedo de unos 20 años, y tiene una crianza de unos 20 meses en barrica. Se nos presenta como un vino de color amarillo entre alimonado y pajizo, limpio y brillante. Nariz firme pero sin estridencias, con cítricos, flores blancas, puntas dulzonas y algo de fruta de hueso. En boca tiene una fantástica acidez, un tacto levemente graso pero muy lleno y envolvente, marcando sobre todo fruta de hueso, y con un final muy largo y agradable, aunque le noté algo falto de sabores.
Acompañó de lujo a unas kokotxas de bacalao con salsa verde, y aún faltando algo en boca, me pareció un vino muy bueno y que hace pensar en seguir indagando en esta parte blanca de la Borgoña. Ah, la botella cayó enterita.