Hace un par de fines de semana, las niñas y yo, hicimos una ruta por los pueblos de la arquitectura negra de Guadalajara. Ya hacía tiempo que tenía ganas de visitarlos porque en una ocasión y de casualidad, pasé por la zona y me gustó muchísimo.
Estos pueblos, situados al noroeste de Guadalajara se caracterizan porque para construir sus casas se han utilizado lajas de pizarra y piedra oscura. Forman unos conjuntos arquitectónicos preciosos por la uniformidad de color y merece la pena, si tenéis ocasión, hacer una escapada y visitarlos.
En nuestra ruta (de sólo unas horas) visitamos los pueblos de Tamajón, Campillejo y Majaelrayo, este último situado a los pies del pico Ocejón, en una zona en la que los fines de semana se reúnen muchas personas para practicar el senderismo por la gran cantidad de rutas que se pueden hacer a pie.
Ya en Tamajón, mientras que visitábamos el pueblo, vimos a una familia súper preparada, cogiendo moras en las zarzas de los alrededores. Nos paramos a hablar con ellos y nos dijeron que todos los años las recogían y preparaban mermelada con ellas. Pero nosotras íbamos a continuar el camino, porque nos "habían chivado" que en Majaelrayo había unas moras estupendas.
Camino de Majaelrayo, atravesamos Campillejo, un pueblo pequeño muy bonito con una iglesia preciosa. Paramos, nos hicimos las correspondientes fotos, tomamos algo y continuamos ruta.
Y por fin llegamos a Majaelrayo a la hora de comer. Eran las fiestas y estaba lleno de gente. Había banda de música y la gente bailando "agarrao" en la plaza. Comimos y bolsas en mano, ya nerviosas, nos fuimos hacia el campo a la búsqueda de la zarza virgen, intacta, cuajadita de moras...
Y después de pinchazos, enganchones y demás accidentes campestres a las dos horas ya teníamos casi kilo y medio de moras en nuestro poder, así que decidimos volvernos a casa y dejar alguna para los domingueros de la semana siguiente.
Independientemente si vais o no a coger moras, os recomiendo visitar esta zona con estos pueblos tan bonitos y a la vez tan peculiares. Seguro que os va a encantar.
Y ahora vamos con la receta, con una de ellas, porque os vais a hartar de tanta mora... Ya me lo diréis, ya.
Ingredientes
- 250 gr. de queso ricotta
- 250 gr. de queso mascarpone
- 125 ml. de leche semidesnatada
- 300 gr. de moras silvestres
- 75 gr. de azúcar
- 4 hojas de gelatina neutra
- 200 ml. de nata líquida para montar 35% M.G.
- 2 cucharadas de azúcar
Elaboración
Hidratamos las hojas de gelatina en un recipiente con agua fría durante 20 minutos.
Ponemos las moras y el azúcar en un cazo a fuego lento durante unos 15 minutos. A continuación las trituramos y pasamos por un colador para eliminar las semillas.
En un recipiente ponemos los dos tipos de queso y el puré de moras y mezclamos bien con ayuda de unas varillas. A continuación calentamos un poco de leche y disolvemos en ella las hojas de gelatina bien escurridas y la incorporamos a la crema de queso.
Montamos la nata con el azúcar a punto de nieve y la añadimos a la mezcla anterior con movimientos envolventes ayudándonos de una espátula, con cuidado que no se baje.
Repartimos la mezcla en recipientes individuales (yo he utilizado unos ramequines) y refrigeramos toda la noche.
Adornamos la mousse con unos barquillos y unas moras antes de servirla.
No sé si será por la satisfacción que produce el haber cogido las moras nosotras mismas o porque las moras silvestres no tienen punto de comparación con las cultivadas en invernadero, pero el sabor es espectacular.
Si os gusta el queso tanto como a mi, os recomiendo esta mousse que es una alternativa a la textura de la mousse tradicional, ya que el queso mascarpone le aporta mayor cremosidad que la habitual. Es tan suave que se deshace en la boca. Y no sigo, que se me está haciendo la boca agua...
Ya os iré contando qué otras recetas he preparado con las moras que cogimos, pero poco a poco que no quiero que terminéis saturados.