El invierno invita al calorcito del horno, el perfume del pan casero, los gustos que nos damos con la excusa del frío. Claro que un rico pan casero es bienvenido en cualquier momento del año, pero el invierno es la excusa perfecta para experimentar con ideas y recetas, probar nuevas combinaciones y practicar nuevas preparaciones.
Si los panes con semillas y harinas especiales (ya les pasaré unas cuantas recetas en el futuro no muy lejano) son una delicia, esta propuesta les va a encantar porque es apta para principiantes, levadura-fóbicos (sí, aquellos que le tienen miedo a la levadura y creen que son incapaces de dominarla) y cocineros en general. ¿Por qué? Porque ésta es una receta de pan sin levadura, que se prepara en un ratito nada más (ya saben que no tengo toooodo el tiempo del mundo para estar cocinando), deliciosa y que además tiene un plus: ¡El pan es relleno! Con un exquisito, suave, delicado, aromático y agradable relleno de quesos, cebolla, tomates y hongos Portobello. No me digan que ya no se les hace agua la boca...
Primero lo primero. Como la preparación lleva tomates secos, poné a hidratar dos puñadotes de tomates secos en agua caliente. Dejalos ahí hasta que se hinchen y crezcan considerablemente o hasta que llegue el momento de cortarlos y preparar el relleno (lo que ocurra primero).
Ahora sí arrancamos con la receta propiamente dicha: La masa. Básica, simple y que se prepara en un abrir y cerrar de paquetes (de harina).
En un bol poné la sal y disolvela en el agua tibia; después, añadí el aceite y mezclá bien. Poco a poco, agregá la harina hasta formar un bollo de masa suave. Amasala por unos minutos y envolvela en papel film para dejarla descansando en la heladera por, al menos, 30 minutos (si te la olvidás un rato más porque estás ocupada en otras cosas, no importa).
Mientras la masa descansa, leuda y trabaja en la heladera, prepará el relleno.
Rehogá en una sartén o cacerolita 1 cebolla grande cortada en cuadraditos con 1 cucharada de aceite neutro. No la condimentes para evitar que suelte sus líquidos. Escurrila muy bien (porque el exceso de líquidos en el interior del pan malogrará todo tu esfuerzo y hará que el relleno se escape con facilidad del interior de la preparación) y reservala.
Escurrí cuidadosamente los tomates que estuvieron en remojo y cortalos en fina (o no tanto) juliana. Además, cortá en tiritas o juliana 200 gramos de hongos Portobellos (previamente bien limpios). Ahora, en una sartén o cacerolita, rehogá ambos ingredientes sin añadirles ningún condimento. Chequeá que no quede líquido en la preparación y reservalos.
Además, cortá rodajas, fetas o lonjas del queso que te guste o tengas en casa; puede ser queso fresco, Port salut, Camembert, brie o queso azul. Yo utilicé queso fresco descremado porque no quería que su sabor apagase el de los demás ingredientes. Pero, dejo eso a tu gusto o tu heladera.
Por último, rallá unas 2 tazas de queso Sardo, Parmesano o Reggianito y reservá.
Antes de rellenar, condimentá la cebolla con sal, pimienta, orégano, tomillo y romero frescos o secos. Luego, hacé lo propio con los tomates y los hongos.
Llegó la hora de armar nuestro pan. Retirá la masa de la heladera y, sobre la mesa apenas enharinada, estirala con la mano o ayudándote con un palote. Cortá la mitad de masa para obtener las dos partes que conformarán tu pan.
Con la mano o palote, andá dándole forma rectangular o de pan a la masa que contendrá el relleno. Una vez que obtengas el tamaño y espesor deseado... ¡¡A rellenar!! Eso, sí, primero colocá la masa en una placa para horno ligeramente aceitada (repartí el aceite con un papel absorbente para que cada rinconcito de la placa quede uniformemente aceitado, como te enseñé a hacerlo en Facebook).
Primero, un colchón de cebolla. Encima, una capa de tomates y hongos. Por encima, las rodajas de queso. Condimentá el queso con orégano, tomillo, pimienta y nuez moscada (recién molida y rallada, respectivamente). Por último, una lluvia de queso rallado.
Con la otra porción de masa que separaste, repetí la operación para obtener la cubierta del pan. Estirala dándole forma similar a la anterior y antes de cubrir el relleno, mojá con agua ambos bordes para que durante la cocción no se abra el pan ni se escapen los ingredientes. Cubrí y uní haciendo presión con los dedos.
Antes de poner a hornear, realizá unos cortes u orificios (yo preparé dos panes; a uno le practiqué orificios, al otro, cortes) en la capa superior de masa para que, por allí, pueda despedir los vapores de la cocción.
Llevá a horno medio (180-200° C) por unos 20 ó 25 minutos. La corteza debe quedar dorada y la miga tierna.
Serví acompañado de una ensalada verde de rúccula o espinacas bien tiernas.
Te aseguro que el pan le gustará a toda tu familia y amigos. Acepta otros rellenos, aunque éste - a medio camino entre lo rústico y el glamour - le queda de mil maravillas.
Te invito a que lo pruebes y me cuentes los resultados. ¡Bon appètit! y hasta la semana que viene.