UNA AGRADABLE SORPRESA


Un amigo me contó una historia que venía a decir que ese vino es fruto de un afortunado error de bodega, donde muchos años atrás se llenó un tonel “monovero” de moscatel en vez de monastrell y siguió el mismo proceso de envejecimiento que sus hermanos, comprobándose en su día que se había producido un vino de muy alta calidad y muy personal.
No termino de creerme la historia, ya que supongo que se trataría más bien de una prueba experimental que de un error, máxime cuando hablamos de la elaboración de un fondillón, con el cuidado y la importancia que se le da a este vino en las bodegas de la zona.
En boca resultó meloso y aterciopelado al tacto, glicérico y cuasi oleoso en su paso. Profundamente noble en su centro de boca, donde las sensaciones que daba en nariz se multiplican por cien y nos ofrece desde el pan de higo al cacao amargo, pasando por azúcar tostada, miel de romero y melaza de caña. La acidez sigue presente para hacer su beber fácil y el alcohol, al ser natural, está perfectamente integrado en el conjunto. Como nota negativa, la de siempre que se prueba un grande: ¡sabe a poco!. Espero hacerme con una botella del próximo tiraje y buscarle un hueco en el cuadro de honor de los grandes vinos que produce esta tierra. Se lo ha ganado a pulso.
