Eso reza en la etiqueta de este vino, y realmente hace honor a ella.
En la provincia de Pontevedra se elaboraban histórica y tradicionalmente vinos tintos, con variedades propias como la Espadeiro, Brancellao o Sousón. Solían ser vinos de capa muy alta, muy frutales, pero con una acidez muy elevada que desequilibraba el conjunto. Esto, y el boom de los blancos frutales y aromáticos elaborados con Albariño, han hecho que los tintos de las Rías Baixas fuesen prácticamente olvidados durante mucho tiempo.
Algunos productores con cierto grado de locura y tozudez, han decidido embarcarse en la recuperación de estas variedades autóctonas de la zona. Entre ellos, Rodrigo Méndez, de quien ya hemos hablado aquí, y que para los lectores habituales de este blog, y la mayoría de los aficionados, no necesita más presentaciones.
La Loureiro Tinto (Loureira Tinta, Loureiro Tinta, "Rompetinallas") es una de estas variedades autóctonas gallegas. Plantas de alto rendimiento si no se controlan, con bayas redondeadas y de pequeño tamaño, que dan origen a vinos aromáticos y de gran calidad. Debido a la escasa superficie que ocupa, suele emplearse poco para elaborar monovarietales. Actualmente es una de las uvas tintas recomendadas en la Comunidad Autónoma de Galicia y una de las uvas tintas preferentes según el reglamento del CRDO Rías Baixas.
Con uvas de esta casta, de viñedos muy viejos, elabora Rodri en Forjas del Salnés este Goliardo Loureiro 2010 (DO Rías Baixas, tinto con crianza 100% Loureiro Tinto, Forjas del Salnés). Fermentación alcohólica en acero, maloláctica en barricas de roble francés de tercer o cuarto año, y crianza en estas mismas barricas durante unos 14 meses.
Estamos ante un vino de un precioso color picota intenso, muy vivo, con joven ribete violáceo. La intensidad aromática no es muy alta (o mi nariz no andaba muy sensible), y nos muestra un carácter muy floral, percibiéndose algo de aromas de raspón y juraría que llegó a mi nariz algún recuerdo de aguardiente blanca, de la que tan buenos ejemplos se elaboran en El Salnés. Al cabo de un par de días, aparecen en nariz además frutas maduras y algo de cacao muy al fondo (no decanté, pero recomiendo un buen jarreo). Si la nariz es atractiva, en boca se desmelena. Acidez fresquísima, muy buena presencia, de nuevo esos recuerdos florales y vegetales, y un tanino que aún puede integrarse más, pero que no molesta en absoluto. Delicioso.
Sibaritastur me pregunta si le quité los pañales a esta botella antes de beberla. Yo creo que estamos ante una de las mejores expresiones que he probado de un vino atlántico, fresco, vivo, con nervio, que puede conjuntarse algo más con el tiempo, pero que a mí personalmente me gusta casi más disfrutar así.