Ámsterdam. Una visita inolvidable.

Por su cercanía, por sus dimensiones y por su ambiente, Ámsterdam es uno de los destinos más aconsejables para el turismo de fin de semana. Al no contar con la extensión de las grandes ciudades europeas como París o Londres, resulta una opción muy aconsejable si no se dispone de muchos días.

En este sentido forma parte de esas ciudades -como sucede también en Praga- donde no vamos a intentar visitar grandes monumentos universalmente conocidos ni museos imprescindibles presentes en otras urbes.

El ambiente, las sensaciones que nos impresionan desde que ponemos en pie en las calles de Ámsterdam o cuando observamos sus canales -magnífica muestra de la ingeniería del XVII- nos van a cautivar durante todo el tiempo que dure nuestra visita.

Una arquitectura única, peculiar, se extiende por la ciudad como primera muestra que se nos ofrece a la vista con sus estrechas y coloridas casas irrepetibles en calles mínimas que contrastan con extensas plazas que proporcionan a la ciudad ese ambiente tan particular. Y flores, flores por todos los rincones que se ofrecen al viajero. El tulipán, la flor nacional de Holanda llena todos los rincones de esta ciudad encantadora.

En cuanto a la gastronomía, Ámsterdam es otra cosa. Dejando a un lado sus famosos quesos (tanto el edam como el gouda son sobradamente conocidos en todo el mundo) la comida holandesa precisa estómagos atrevidos.

 Lo más típico de esta ciudad está en la comida callejera que se encuentra por todos lados. Uno de los mercados más conocidos de la ciudad: el mercado de Albert Cuyp ubicado en la Albert Cuypstraat es una buena muestra de los muchos pescados y mariscos que ofrece este país abierto al mar.

Encurtidos de todo tipo, stroopwafels -galletas rellenas de caramelo- salsas sorprendentes y... arenques. El arenque que se pesca de primavera a verano y se congela por razones sanitarias, se consume durante todo el año... crudo.

 Lo típico para los más osados es cogerlo por la cola y comerlo de un solo bocado. Ya digo que no es para todos pero como dijo Marx, uno no conoce un país hasta que no come su pan y bebe su vino así que venir a Ámsterdam además de ponernos en contacto con una preciosa ciudad es también sumergirse en experiencias gastronómicas fuera de lo común.
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