El café de Oriente es uno de esos locales tradicionales de Madrid, de esos que todo el mundo conoce y de esos que son "de toda la vida". Aunque en realidad no es tan antiguo. Decorado como un café de los años 20 el local tiene en realidad 40 años. Comenzó su andadura en 1.983 de la mano de Luis Lezama (grupo Lezama) que había montado diez años antes otro clásico del centro castizo: La Taberna Alabardero.El entorno es inmejorable, un convento del Siglo XVII con vistas al Palacio Real y al Teatro Real. En un sitio tan clásico, evidentemente, la comida mantiene un estilo similar. Toques clásicos, de gastronomía francesa y española. Cocina honrada, de producto, sin efectismos pero perfectamente ejecutada por el Chef Roberto Hierro.Lo hemos visitado en marzo de los dos últimos años y a nivel gastronómico no nos ha defraudado nunca. La carta cambia, se modifica de año a año y por temporadas. La de este año por ejemplo es esta:En esa primera visita disfrutado mucho con el lomo de Buey, El rabo de toro o las patatas a la importancia con cocochas y berberechos, un plato de la gastronomía tradicional castellana que consistía en rebozar simples patatas para hacerlas "importantes". Esa comida, con unas rabas de calamar, bebidas, un cava Kripta Agustí Torello y de postre soufle de chocolate. Esta comido, para 4 comensales, llevó la cuenta a 45€/PAX
En nuestra visita más reciente éramos ochos y pudimos probar más platos. De entrantes unas rabas, ensalada de tomate con atún y unas croquetas muy jugosas, casi líquidas.Los pescados fueron de lo mejor del menú. Un lenguado relleno de gambas y cabalacín muy rico y, especialmente llamativo, el bacalao skrei, el pata negra de los bacalaos, originario de Noruega y más sabroso que el normal, te viene con tres preparaciones al pil-pil, a la vizcaína y a la madrileña (con tempura de verduras de Aranjuez).
De carnes Steak Tartar y cochinillo confitado que perdía un poco con la preparación y la salsa... ¡no se le puede hacer eso a un cochinillo!
También probamos un arroz de perdiz, contundente plato con un sabor demasiado fuerte, toque a caza de la perdiz con demasiada acidez.La cuenta subió en esta ocasión a 50€/PAX. Los platos tienen un precio medio de 25/30€ pero luego se encarece mucho la bebida (5,2€ el agua o 4€ los refrescos) y los postres 9,20€ un souflé de chocolate o 7,5€ un helado. Lo acompañamos con una botella de vino Albariño Santiago Ruiz (29,5€)El servicio se ha venido abajo y posiblemente es lo peor del local ahora mismo. Es despistado, desorganizado y olvidadizo. Las bebidas del aperitivo llegaron tarde y mal, los aperitivos llegaron ya con la comida en la mesa y hubo comensales que no tuvieron el suyo. El vino también llegó tarde y cuando pedimos la segunda botella, un buen rato después y ya con todos los platos acabados, vinieron a decirnos que no quedaba. Una verdadera lástima porque uno de los mejores alicientes del local era el servicio pero ahora es menos profesional y ha perdido la elegancia que tenía.Aún así merece la pena comer en un local con pedigree en pleno centro de Madrid y con la clase de los cafés de antaño.