En esa primera visita disfrutado mucho con el lomo de Buey, El rabo de toro o las patatas a la importancia con cocochas y berberechos, un plato de la gastronomía tradicional castellana que consistía en rebozar simples patatas para hacerlas "importantes". Esa comida, con unas rabas de calamar, bebidas, un cava Kripta Agustí Torello y de postre soufle de chocolate. Esta comido, para 4 comensales, llevó la cuenta a 45€/PAX
En nuestra visita más reciente éramos ochos y pudimos probar más platos. De entrantes unas rabas, ensalada de tomate con atún y unas croquetas muy jugosas, casi líquidas.

Los pescados fueron de lo mejor del menú. Un lenguado relleno de gambas y cabalacín muy rico y, especialmente llamativo, el bacalao skrei, el pata negra de los bacalaos, originario de Noruega y más sabroso que el normal, te viene con tres preparaciones al pil-pil, a la vizcaína y a la madrileña (con tempura de verduras de Aranjuez).

De carnes Steak Tartar y cochinillo confitado que perdía un poco con la preparación y la salsa... ¡no se le puede hacer eso a un cochinillo!


También probamos un arroz de perdiz, contundente plato con un sabor demasiado fuerte, toque a caza de la perdiz con demasiada acidez.La cuenta subió en esta ocasión a 50€/PAX. Los platos tienen un precio medio de 25/30€ pero luego se encarece mucho la bebida (5,2€ el agua o 4€ los refrescos) y los postres 9,20€ un souflé de chocolate o 7,5€ un helado. Lo acompañamos con una botella de vino Albariño Santiago Ruiz (29,5€)El servicio se ha venido abajo y posiblemente es lo peor del local ahora mismo. Es despistado, desorganizado y olvidadizo. Las bebidas del aperitivo llegaron tarde y mal, los aperitivos llegaron ya con la comida en la mesa y hubo comensales que no tuvieron el suyo. El vino también llegó tarde y cuando pedimos la segunda botella, un buen rato después y ya con todos los platos acabados, vinieron a decirnos que no quedaba. Una verdadera lástima porque uno de los mejores alicientes del local era el servicio pero ahora es menos profesional y ha perdido la elegancia que tenía.Aún así merece la pena comer en un local con pedigree en pleno centro de Madrid y con la clase de los cafés de antaño.
