Cuando nuestros amigos de Agro de Bazán nos dijeron que si queríamos catar la nueva añada, no lo dudamos ni un momento. Estaban cerca las Fallas y algunos de los viajeros del vino nos íbamos a reunir para celebrarlo como toca por estas tierras: con una buena paella a leña.
Las dos botellas de Granbazán llegaron puntuales por mensajería y en un plis-plás ya habíamos mandado un par de WhatsApp’s y unos mensajes directos vía Twitter: “El domingo en el ático, que tenemos paella y cata de albariño”. Lo primero que sorprende son los corchos, verde de silicona para la etiqueta verde y de corcho para la ámbar. Acertada elección para dar un toque de modernidad a la una y recordar la presencia de las lías en la otra.
A la vista ambos vinos son muy parecidos, límpidos y dorados muy muy claros, de lágrima espesa y con ribetes verdáceos que recuerdan visualmente al heno cuando todavía está por secar. En nariz la cosa empieza a cambiar. A los cítricos y frutas verdes de la etiqueta verde, tan típicos de los albariños, se añaden aromas más complejos en la etiqueta ambar, dónde aparecen los aires marinos por un lado y las hierbas y flores blancas por otro, trayéndome recuerdos de hierba recién cortada al borde del mar. Un goce para mi olfato, algo desentrenado últimamente en estos placeres gallegos.
En boca es donde posiblemente las diferencias se hacen más evidentes. Untosos, con la acidez esperada y entrada muy amable, ambos no pueden negar su orígenes. Pero así como en la etiqueta verde, la justa acidez es la protagonista, en la etiqueta ámbar los sabores se completan y suavizan y la sutileza de los toques salinos del bravo Cantábrico se hacen más evidentes y emergen como protagonistas. Post-gusto de mar y ligeras especias, que hacen las delicias de mi paladar.
Completada la cata era momento de comer, que el gusanillo ya estaba inquieto. Y que vamos a decir… ¡Qué bueno está el albariño con la paella valenciana! Que bien completa e integra los sabores del pollo, el conejo y la verdura ahumados por la leña de naranjo. Demostrado: no sólo de marisco vive el albariño y damos fe de que también es ideal para todo tipo de arroces, de carne o pescado, de mar o montaña, de ático o planta baja.
A partir de ahora, y siempre que tengamos oportunidad, no faltará una botella de albariño para estos domingos de paella, de amigos, de sobremesas interminables y siestas tardías. Gracias a Agro de Bazán por este día tan memorable y las botellas de Granbazán. Cuando subamos a la bodega, no lo dudéis, cocinaremos una paella al borde del mar.