Creo que no adivinaríais nunca cuál es el dulce que me viene a la cabeza pensando en Italia. No son los famosísimos helados, ni el tiramisú, ni tampoco la panna cotta, sino la crostata di albicocca que me comía los sábados por la tarde, en el bar que nos quedaba cerca de casa, cuando vivíamos en Bracciano. No tenían nada más, a la hora de merendar, ya que se trataba de un lugar principalmente concurrido por la mañana y de lunes a viernes. No estaban mal, aquellas crostatine, pero no lo suficiente como para distraerme del hecho de que era otro sábado por la tarde, de otro fin de semana lejos de mi familia, que como actividad más excitante de la que disfrutaría sería precisamente comerme una crostatina, apoyada en la barra de un bar de carretera muy de abuelos, junto al hospital del segundo pueblo más aburrido de toda Italia, por mucho que en su famoso castillo se hubieran casado el todavía más popular Tom Cruise y santa Katie. Momentos en los que mi moderador mental se aburría hasta caer dormido y terminaban tomando la palabra los pensamientos y sentimientos más visceralmente humanos para, resumiendo, preguntarme qué diablos estaba haciendo en Italia. Supongo que la asociación crostata-añoranza, de mis primeros meses lejos de casa es lo que me hizo aborrecer las crostate e Italia por un buen tiempo.
La protagonista del post, más que un postre, entraría en la categoría de pasta, porque en su versión más simple, la de albaricoque o melocotón y la de de arándanos, se suele comer para desayunar, merendar o acompañar un café, y muy raramente como apoteosis final de una comida. Para encontrar un trozo de crostata o bien una crostatina, la versión individual de la crostata, no es necesario acudir a la pastelería. La tienen en bares, hornos de pan y supermercados. La crostata italiana es tan antigua, que no se le conocen exactamente los orígenes. Circulan varias historias e incluso una leyenda muy curiosa, con Nápoles como único escenario o punto en común.
La leyenda habla de las ofrendas primaverales que el pueblo llevaba al Golfo de Nápoles para la Sirena Partenope. Le entregaban lo más precioso que poseían, que no eran más que los ingredientes de la crostata de ricotta por separado. Un día Partenope, a su vez, ofreció estos alimentos a los Dioses, éstos los convirtieron en el famoso dulce y la sirena lo regaló al pueblo, como agradecimiento por la ofrenda inicial.De un tiempo a esta parte, me he reconciliado con la crostata. No sé si porque, la que me hago yo misma en casa, me la ha hecho volver a descubrir o quizá porque, en general, ya que hablamos de sirenitas, he dejado de sufrir el complejo que me mortificaba mientras la comía. Es duro, dejarlo todo de un día a otro por amor; sacrificar tu propia voz, que no es más que la posibilidad de expresarte en tu propia lengua, que al mismo tiempo significa no sólo una manera de hablar, sino de vivir, el símbolo de una tierra, de una manera de entender el mundo y, sobre todo, no tener cerca a la familia. Quejarse sin embargo, resulta entrañablemente ridículo, cuando resulta que el único voluntario de tu exilio has sido tú mismo. A parte que es tiempo que se pierde, que podrías invertir en adaptarte, ver las ventajas que te ofrece un lugar nuevo, aprender de las costumbres ajenas. Me parece que, hoy por hoy, estoy totalmente integrada, pero si por alguna razón tuviera que volver con el rabo entre las piernas, al menos podría decir que he aprendido a hacer una crostata, más que aceptable.
La ficha
Crostata de mermelada de albaricoque Autor: La ragazza col mattarello Tiempo de preparación: 20 mins Tiempo de cocción: 40 mins Tiempo total: 1 hour Número de raciones: 6 Ingredientes- 300 g de harina de trigo
- 100 g de azúcar
- 100 g de mantequilla
- 1 cucharadita de levadura química (la royal de toda la vida)
- 1 Limón
- 2 huevos
- Una pizca de sal
- 1 bote de mermelada de albaricoque, (o de la que más os guste)
- Poner la harina sobre el mármol o cualquier superficie plana, (y limpia) encima de la cual se pueda amasar la pasta frolla con comodidad.
- Hacer un agujero en medio de la montaña de harina y añadir el azúcar, los huevos, la levadura, la mantequilla cortada a trocitos, la corteza rallada de un limón, los huevos, una pizca de sal y amasarlo todo hasta que la masa sea compacta. Si tenéis un robot de cocina, poner los ingredientes dentro del bol y que os haga él el trabajo.
- Hacer una bola con la pasta, envolverla con film de plástico y dejarla al menos media hora en la nevera.
- Sacar la masa de la nevera y estirarla con el rodillo. Si no queréis ensuciar el rodillo y evitar que se pegue a la masa, colocar una hoja de papel sobre la masa y rodar el rodillo por encima. El espesor de la masa debe ser de unos 4 mm.
- Poner a calentar el horno a 180 grados.
- Untar el molde con mantequilla y colocar dentro de la pasta, cortando la que sobresale del molde.
- Poner una capa de mermelada sobre la base de la crostata.
- Con la pasta que ha sobrado, hacer una bola, estirarla con el rodillo y en cortarla a tiras para la decoración de la crostata.
- Cruzar las tiras de pasta sobre la mermelada formando una parrilla como la de la fotografía.
- Unir los extremos de las tiras con los bordes de pasta de la crostata con un tenedor. (Yo lo he hecho con los dedos, porque a veces soy un poco chapucera)
- Hornear la crostata 40 minutos. Si el horno es ventilado, con media hora bastará.
La ragazza col mattarello - Crostata de mermelada de albaricoque