Revista Cocina
Cómo casi cada día de éste gélido invierno, camino rápido, como es habitual en mí, muy erguida o como me diría mi abuela…más derecha que un palo, embozada en mi chaquetón y como cual viejo mantón, arremolino mi querido pashmir al cuello tapándome la boca; aquel chal que a pesar de sus años, aún me huele a India y me hace sentir el cariño de quien me lo regaló hace mucho, mucho tiempo.
Aprieto los pasos mientras el viento va arremolinando las hojas secas y las semillas de los árboles bajo mis pies. El sol es cálido, siento como penetran sus débiles rayos, a pesar de la humedad de la mañana, a través de los tejidos que me cubren y siento tibiamente su calor.
Hace unos años que lo vi por primera vez, sentado como cada día en el mismo banco, justo debajo de aquel naranjo que en verano le da un poco de sombra arropándolo con su manto negro, protegiéndole de los fuertes rayos del sol del mediodía y que en primavera le regala el intenso perfume a azahar.
Sentando en su banco, sólo, protegida su cabeza con una gorra gris a cuadros, su viejo chaquetón, cuyas mangas no cubren sus ajadas manos que me parecen agarrotadas. Apretando con firmeza el mango del bastón donde apoya su cabeza.
Mira al frente, a las pistas de tenis, viendo como rebotan las pelotas sobre la valla enrejada color verde; mientras la gente va y viene, pasan por delante de él, caminan sin advertir su presencia y él recorre con su mirada rostros y figuras.
Hoy, le ví a lo lejos; el anciano tomaba el sol mañanero en su banco, bajo el naranjo y al pasar junto a él, nuestras miradas se cruzaron efímeramente, justo el tiempo para que con mi más amplia sonrisa le doy unos alegres: “buenos días”.
Y dedicándome su mejor sonrisa me contestó una vez más…¡¡ siempre corriendo !!
Nunca le diré que en Mi cocina, he contado nuestros encuentros, ésos saludos y sonrisas que merece la dulzura de un solitario anciano.
Alguna vez me pararé y le diré…sí, siempre corriendo de camino a Mi cocina….
Hoy en ella, en la virtual, comparto una deliciosa receta de pollo en salsa de puerros….
Últimamente me he dado cuenta que al “pobre” puerro, ha sido un actor secundario, que a lo largo de mi experiencia en la cocina, su protagonismo siempre ha estado en un segundo plano, limitándolo prácticamente al tradicional “puchero”.
Craso error, ha pasado a ser el actor principal de una gran mayoría de mis platos, aportando un sabor refinado y muy aromático, que ha conquistado a mi familia.
El llamado “ajo de oriente” ¿por qué me gustará tanto ésta palabra? ORIENT…se cree que procede de la zona de Mesopotamia y Egipto, donde se consumía hacia el año 4000 a.C., más adelante cultivado por los romanos quienes lo introdujeron en el resto de Europa. Y una vez más se repite la historia: con el paso del tiempo, el puerro conquistó el resto del mundo.
El puerro o Allium porrum L. (Allium, mismo género que los ajos, cebollas y cebolletas) es una de las verduras más utilizadas en gastronomía y desde hace poco, también en Mi cocina. Ingrediente imprescindible para preparar la receta de hoy.
¿Cómo lo hice?
Ingredientes:
Medio kilo de pechuga de pollo cortadas en tiras (que no sean muy finas, del grosor de un dedo aproximadamente), dos puerros (la parte blanca), media cebolla blanca (fresca, tipo cebolleta), dos dientes de ajo, medio vaso de vino blanco, un vaso de caldo de pollo (en ésta ocasión usé del puchero), sal y cinco granos de pimienta negra (machacarlas en un mortero), aceite de oliva virgen extra (a ser posible malagueño y la cantidad, un poco menos de medio vaso de agua).
Los pasos a seguir:
Lavar bien y picar los puerros, junto con la cebolla y el ajo en trozos pequeños.
En una cacerola o sartén plana echar el aceite, dejarlo calentar un minuto y echar la verdura, pochándola a fuego lento durante unos cinco minutos, removiendo con una cuchara de madera.
Agregar el pollo, salpimentar al gusto y freírlo junto a la verdura. Ir removiendo todo el conjunto procurando que la verdura y el pollo queden doraditos.
Echar el vino dejándolo unos minutos que evapore el alcohol y añadir el caldo de pollo, llevándolo a ebullición dejando reducir diez minutos.
Retirar la cazuela del fuego, retirar con unas pinzas los trozos de pollo y pasar la salsa por la batidora (como a mi me gusta llamarla, por la minipimer).
Volver a incorporar el pollo a la sartén e incorporar la salsa, remover, comprobar que tiene la consistencia deseada (si está muy líquido dejar reducir).
Servir, acompañándola con una buena “sartená” de patatas fritas.
¡¡ Buen provecho !!