Alrededor del lago
Desde nuestro alojamiento en Dambulla era perfecto para coger un autobús a Kandy, ya que teníamos la carretera a pocos minutos caminando desde nuestro hostal donde podíamos parar autobuses en esa dirección. La espera no se hizo muy larga, sólo esperamos al que estuviera menos lleno para subirnos al mismo. El viaje a Kandy dura un poco más de 3 horas y cuesta casi 2 euros, dejándonos en el centro de la ciudad.
Habíamos reservado un hotel en la ladera de una de las colinas de Kandy con vistas a la ciudad y la laguna, ducha privada y desayuno incluido, por un precio irrisorio 15 euros los dos. Si bien la subida al hotel era un poco empinada, y más con las mochilas, las distancias se cubrían fácilmente, todo depende cuantos kilos tengáis en las mochilas que carguéis y en el peor de los casos siempre podéis coger uno de los cientos de tuk tuk que te habrán preguntado a dónde vas desde que has puesto el pie fuera del autobús.
Kandy ha sido capital de la isla por una larga temporada y símbolo de la independencia, en el pasado resistió los ataques de portugueses, holandeses y británicos hasta que finalmente fueron conquistados por estos en el siglo XIX. Además de ser una antigua capital de Sri Lanka, Kandy posee una reliquia muy venerada entre los budistas, el diente de Buda, y uno de los festivales más populares de Asia, la Perehara. La ciudad fundada en el siglo XIII, es hoy en día la segunda ciudad más populosa del país y también la más bulliciosa. Con sus calles abarrotadas de coches, tuk tuks y autobuses, puede llegar a ser un poco estresante, pero al mismo tiempo un paseo al lado del lago viendo la naturaleza que crece o perdiéndote en alguno de sus parques, también hace que te relajes del estrés.
Una vez dejadas nuestras maletas y tomar una ducha fresquita, para combatir el calor y la subida al hotel. Bajamos a la estación de tren para preguntar por billetes para ir a Ella al día siguiente. Para nuestra sorpresa todos las reservas estaban ya compradas aunque podíamos comprar un billete el mismo día y pelearnos para conseguir un asiento. Habíamos leído en varios sitios que el paisaje merecía la pena así que estábamos dispuestos aprobar luchar por un asiento, si sólo supiéramos lo que nos esperaría al día siguiente.
Todo para mi. ¡¡¡Curry!!!
Con las manos vacías nos fuimos a dar una vuelta para ir a comer. Encontramos un sitio bastante popular lleno a partes iguales por turistas y gente de la región. La comida fue muy buena y en gran cantidad, lo suficiente para estar lleno todo el día. Además de ser barato en estándares occidentales, pero era un poco caro para los lugareños y si aún así estaba lleno ¡Había que probarlo! y no defraudó la calidad de la comida y variedad era muy buena. Una vez repuesto energías fuimos a explorar un poco la ciudad, un breve paseo por el centro, con tanta gente y tantos coches nos abrumó un poco, así que nos dirigimos hacia el lago, donde pudimos observar parte de la fauna local. En el trayecto nos trataron de vender entradas para las danzas tradicionales de Kandy, las cuales si son muy interesantes de ver, las podéis ver gratis si vais a la Perehara, que era nuestra intención así pues declinamos las diferentes ofertas de los centros donde se realizaban el espectáculo.
En el lago hay una pequeña isla la cual en el pasado era el lugar del harem del gobernante, y más tarde era el depósito de municiones de las tropas británicas. En la actualidad la isla está vacía y decoradas con flores, aunque no es accesible al público, una pena. A lo largo del lago pasas por el templo del diente y diversas construcciones de gran interés.
Entrada al museo
Una vez dimos la vuelta al lago decidimos entrar en el templo del diente. La entrada nos costó sobre 8 euros más una pequeña aportación para que nos cuidaran el calzado en la entrada, como comentaba aquí si los metéis en una mochila no pagáis. El recinto en sí consiste en varias partes: el palacio real, el salón de adoraciones, el museo, los jardines, el museo del elefante. Sin lugar a dudas fue uno de los sitios más interesantes y que más nos gustó en Kandy.
Cogimos algo para cenar en el hotel en el supermercado que está en la calle Sri Dalada Veediya. La verdad es que con la terraza que teníamos y las vistas era inmejorable. Al mismo tiempo en la zona montañosa nos dimos cuentas de que siempre llueve, ya sea un poco por la tarde o por la noche. Todo depende donde estés. En el caso de Kandy llueve por la noche, desde la azotea cubierta pudimos ver una impresionante tormenta con relámpagos cayendo sobre la ciudad y las montañas alrededor, iluminando el lago con cada relámpago que se veían en la zona.
A la mañana siguiente tomamos el desayuno a todo correr para ir a coger el primer tren a Ella, en el centro del país y zona conocida por sus campos inmensos de té. Aunque si quieres ver alguna de las fábricas de té míticas lo mejor es ir a Nuwara Eliya, donde está la famosa fábrica de Lipton.
El tren llegó puntual, pero el problema que nos encontramos es que estaba lleno hasta los topes, algo muy común por estos lares, excepto que cojas el tren desde el origen.
Esperando al tren
Atardecer en Kandy
Vista desde el hotel
Un nuevo amigo
Fauna animal por el lago
Dentro del templo del diente
En el templo del diente