Torremilanos Crianza 2016

Amanecer con la muerte de Ennio Morricone (Roma 1928) es un golpe muy duro, para un lunes muy duro. Cuesta añadir mucho más a lo que ya habrás leído, y sentido, al conocer la noticia. Su música para películas nos acompañará eternamente, desde trabajos como Cinema Paradiso (1988), Los Intocables (1987), Novecento (1976), Érase una vez en América (1984), pasando por sus westerns inmortales con Sergio Leone, La muerte tenía un precio (1965), Por un puñado de dólares (1964) o El Bueno, el Feo y el Malo (1966), película de la que hemos hablado mucho en este blog con la cercanía a Burgos del Cementerio de Sad Hill, en el que acababa la película. Me contaron que en pleno rodaje de ese “trielo”, fue cuando sonó por primera vez la música de la película, traída desde Italia, para que Leone se hiciera idea de por donde iban los tiros de Morricone. No puedo imaginar sus caras al oír en ese valle perdido, los acordes inmortales de su tema principal, y de ese “The Ectasy Of Gold“, que martillea mi cabeza, cada vez que bajo entre las lápidas hacía el sagrado circulo de piedra. Pero para mí, quizás el tema musical que más hondo me llegó, formaba parte de aquella película extraordinaria que era La Misión (1986). Aquel tema, “Gabriel’s Oboe“, siempre me pareció el sumun de la belleza y la sencillez, un ejemplo de lo que la genialidad humana era capaz de hacer, uno de esos destellos de los dioses tan difíciles de encontrar. Un tema que aún hoy me estremece.

Muchos de los músicos a los que más he admirado en mi vida, han expresado lo que muchos sabíamos, la poderosa influencia de Morricone en sus primeros trabajos, desde Jean Michel Jarre en su Deserted Palace, Michael Nyman en su obra El Piano, hasta el mismo Vangelis, que en discos como Earth, Amore o Sex Power, sus primeros trabajos setenteros, tenían profusos recuerdos de las bandas sonoras de Ennio Morricone. Ennio pasó hace años a otro nivel, más allá de ser un clásico, logró la inmortalidad. Brindo porque su viaje a los campos elíseos sea breve, y pueda disfrutar de un poco de la eternidad que nos ha regalado con su obra. Brindo con otro clásico a su salud.

“I am sure that by now you travel to the place where harmony and music were born. And I hope that this makes you very content. Farewell,” – Vangelis (6/07/2020)

El Torremilanos Crianza 2016 está elaborado por la Bodega Peñalba Lopez desde Aranda de Duero, y pertenece a la D.O. Ribera del Duero. No solo pertenece, sino que fue una de las bodegas fundadoras de la D.O. habiendo superado ya los 115 años desde su fundación. Palabras mayores. En entradas anteriores hemos comentado datos de esta bodega bastante singular, que cuenta además con un precioso Hotel Torremilanos, y un Restaurante Torremilanos cuya dirección gastronómica está a cargo del Chef Antonio Arrabal, un crack de los fogones como bien sabéis, y un buen amigo. Este tinto está elaborado con uva tempranillo (95%) y cabernet, bajo la mano diestra de su enólogo Ricardo Peñalba; uvas procedentes de viñedos propios en Aranda de Duero, trabajados en biodinámico, certificados por DEMETER y CAECYL; posteriormente el vino es clarificado con clara de huevo, y con una crianza posterior de 24 meses de barrica francesa y americana. Presenta color rojo picota de capa alta y destellos burdeos, ribete grana y lagrimón denso y persistente para sus 14,5% de alcohol. Discreta nariz, fruta roja madura, goloso, recuerdos de monte, fina barrica, regaliz, frambuesa, con un leve punto cremoso. Buena entrada en boca, glicérico, cuerpo medio, asequible y amplio, con cuerpo aunque lejano a la opulencia, graso, bien armado, olvidando totalmente los prejuicios que un vino ecológico suele llevar consigo, ya que aquí no se distinguiría, siendo un Ribera franco y hecho para disfrutar. Acierto.