Revista Cocina

Consorte versus Wally

Por Dolega @blogdedolega

Consorte versus Wally

Andaba yo recopilando audio-guías y pendiente de la página del tiempo para ver si era necesario chubasquero, cuando me entran los correos de confirmación de las reservas a los alojamientos.

La propietaria del Apartamento en Budapest, me envía unas sencillas pautas de comportamiento y las instrucciones de cómo recoger las llaves a nuestra llegada y como dejarlas a nuestra salida. Le contesto rápidamente y le doy las gracias por su amabilidad y prontitud. Mi Wally favorito empieza su correo de forma prometedora:

Estimado huésped, haga el favor de leerse las normas del alojamiento porque me he tomado muchas molestias en confeccionarlas y me ha llevado mucho trabajo

Abro el archivo adjunto y veo un documento en PDF de ¡18 páginas! Tiene su índice y todo, fotografías de las tres llaves que deberás introducir en la puerta y sobre todo su orden de introducción. No vale ser caótico e ir metiendo la que a uno le de la gana primero ¡NO!

Las páginas están llenas de advertencias en mayúsculas y en negrita del tipo ¡IMPORTANT! ¡PLEASE! Y la más repetida y abundante ¡NO!

Un croquis del apartamento y de la cocina explicando lo que contienen los armarios de la misma y diciendo que las cosas se dejan en el mismo sitio que se encuentran y que no se te ocurra dejar la encimera sucia que es muy delicada y se jode ¡¡¿¿ENTENDIDO??!! Y así página tras página.

La cosa iba de exótica y divertida hasta que llega el tema de nuestra hora de llegada a lo que me estaba empezando a parecer el hotel de “El resplandor”. Mi querido arrendador, al que ya le había soltado la pasta por los días de alojamiento, me dice taxativamente que le tengo que dar la hora exacta de nuestra llegada porque él tiene muchísisisisisisimas cosas que hacer y no puede estar ahí esperando como un pasmarote horas y horas así que me avisa (y el que avisa no es traidor, que dice el acerbo popular…) que solo esperará cinco minutos, como mucho diez y que si no hemos llegado se larga a trabajar y nosotros tendremos que esperar hasta que él esté libre.

Llegados a este punto no me quedó más remedio que hacer cónclave de viajeros.

-A ver Consorte, el tío de Viena me dice que tengo que darle una hora exacta de nuestra llegada al apartamento, el tema es que yo lo he planeado para salir de Budapest por la mañana tempranito, parar en Bratislava, que todo el mundo dice que merece la pena y que es pequeñita, que se ve en unas horas y continuar a Viena, pero yo no sé si estos trenes son puntuales ó no ó si nos apetecerá quedarnos a cenar allí ó no y no sé si fiarme del tiempo que dice la gente que se tarda en llegar desde la estación de tren al apartamento, así que tenemos que decidir una hora.

-A ver- Y el Consorte entra en contacto visual con su futuro arrendatario…

-¿Y a éste ya le has pagado?

-Sí, ya está todo pagado

-Y a quien se le ocurre soltarle pasta a un tío con esta pinta-dice mirándome de reojo y meneando la cabeza con desaprobación. Yo esbozo la mejor de mis sonrisas.

-¡A mí!

-¿Y qué hay en el archivo adjunto?

-¡Bah, lo típico información turística! Ya sabes, lo que suelen poner los dueños para que te orientes- pero no puedo evitar que abra el PDF/caja de Pandora.

Según va leyendo la “normativa del internado Vienés” las expresiones “Pero…esto que coños es…este tío se flipa…menudo gilipollas…” Van acompañadas de una sustancial elevación en el tono de voz hasta terminar con algo parecido a un alarido al decir

-¿¿¿Pero ya le has pagado a este imbécil???

Vuelvo a poner la mejor de mis sonrisas y mi maquillaje de persuasión.

-A ver Consorte, yo creo que todo esto es simplemente fruto de que el tío lleva mucho tiempo alquilando el apartamento y claro se habrá topado con toda clase de gente y si a eso le sumas que el tío es un poquito puntilloso, pues claro la cosa sale así, pelín extraña.

-¡Trae para acá, que le voy a contestar a éste cuatro cositas para que se vaya poniendo las pilas!-dice mientras me arrebata mi ordenador portátil y me levanta de mi silla.


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