"Dos culturas distintas que utilizan palillos para comer. Los orientales los usan como pinzas para coger pequeñas porciones de comida. En los bares de España el palillo es el rey de la tapa". Con esta cita nos dan la bienvenida en la página web (www.dospalillos.com) y con ella, se define perfectamente el concepto del Dos Palillos.
Casualmente, hace poco nos recomendaron este restaurante y al poquito tiempo le concedieron una Estrella Michelín por lo que, aunque inicialmente no entraba en nuestros planes visitarlo, aprovechamos un contratiempo de última hora para cambiar la ruta prevista y finalmente, sobre la marcha y a pesar de no tener reserva, sabiendo que tiene opción de tapear en la barra, decidimos acercarnos hasta allí.
Un paseíto muy agradable por la zona del Raval y, tras dar unas vueltas buscándolo, en la Calle d'Elisabets, 9 (si vienes desde las Ramblas, es la continuación de la Calle Bonsuccés), nos encontramos con el "bar". Es un local curioso. Desde fuera pasa totalmente desapercibido, con únicamente un letrero de "Bar", e imaginamos que se ha mantenido la estética del bar anterior que, si fuera en Madrid, podríamos asegurar que habían servido oreja y patatas bravas por toneladas. Mantienen el suelo y paredes de terrazo en color sepia sepia, los expositores fríos como elementos decorativos, la puerta de aluminio, e incluso los tradicionales palilleros.
Dispone de una zona de barra estrechita con taburetes para sentarse, hecho que, aunque no te asegure encontrar sitio, al menos aumenta las probabilidades de poder probar (e incluso cenar) de una forma informal. Nosotros fuimos pronto y encontramos la última esquina del bar (de hecho, hicieron moverse a algunos clientes para que cupiéramos bien. Al fondo, el comedor es una zona de show cooking, con cocina central en la que los comensales están orientados hacia el cocinero... y poco más podemos contar por esta vez.
Una vez en la barra, nos ofrecen una carta completa, imaginamos que como la del comedor ya que incluso podías pedir los menús de degustación; al final optamos, aconsejados por el camarero, por probar varias cosillas diversas:
- Crujientes de pollo: El nombre no podía estar mejor puesto... parecían unos auténticos torreznillos de pollo. Riquísimos.
- Tempura de boquerón: Unos boquerones fritos, muy ricos pero sin mayor sofisticación.
- Tempura de anémona: Algas rebozadas, muy crujientes por fuera y blanditas por dentro. Para mi gusto, tal vez un poco gelatinosa...
- Temaki de atún: Un sushi para prepararse individualmente. Por una lado el alga nori, el atún, el arroz, wasabi y la salsa de soja, todo separado para montarselo al gusto. A mi, que no soy muy fan del sushi, me encantó.
- Japo Burguer: Estaba rica rica, con la carne muy jugosa y poco hecha. El único "pero" que le pondría es que parece un plato poco original. Aún así, si volviera, repetiría.
- Papada de ibérico: Una carne muy tierna, en su punto y con el toque oriental esperado
Todo, acompañado de un cava, vino blanco y refresco, salió por unos 20 € por comensal, aunque bien es cierto que no salimos llenos ni mucho menos y podíamos haber comido más.