Revista Cocina
Aún recuerdo la primera vez que hice germinados en casa, hace ya mucho de ello, era un pequeño pack con bandeja de plástico y semillas de rabanitos. Siguiendo las instrucciones del paquete, los rabanitos crecieron fantásticos en unos días, estaban preciosos, tanto, que era incapaz de cortarlos para comerlos, las hojas se tornaban entre verdes y moradas, y cada vez, estaban más grandes. En casa no estaban muy contentos con el mini jardín que estaba creciendo, y un día, al llegar, estos habían desaparecido. Ha pasado mucho tiempo desde aquello, y superado lo de los rabanitos, he vuelto a la carga con el cultivo de germinados, así que os voy a explicar como prepararlos para que crezcan perfectos, bonitos y deliciosos.
Lo primero de todo es seleccionar unas buenas semillas para germinar, como rabanitos, alfalfa o brócoli, y que éstas sean de calidad y específicas para el germinado, ya que otro tipo de semillas pueden haber sido tostadas para su adecuado consumo y no broten. Podéis optar por legumbres tipo lentejas o garbanzos, a mí estos últimos no me han dado muy buen resultado, pero las lentejas quedan riquísimas para incluirlas en ensaladas.
El recipiente es importante, podéis usar un germinador de plato que contiene una rejilla sobre la que se depositan las semillas y el brote crece hacia arriba o unos botes germinadores que llevan una tapa perforada para que expulsen el agua sobrante, creciendo estos dentro del tarro. Aunque se pueden hacer algunos artilugios caseros, después de varios intentos, he optado por unos específicos para ello, son más prácticos, manejables, limpios, así que si os gusta el mundo de los germinados, no lo dudéis en haceros con unos.
Una vez seleccionadas las semillas, en este post muestro alfalfa en el germinador de plato y garbanzos y mezcla de semillas en los botes. Las lavamos bien, para ello las pondremos en un pequeño colador, en el caso del plato, o dentro de los botes, como estos tienen la tapadera perforada, son muy fáciles de enjuagar, ya que usaremos el mismo recipiente desde el principio del proceso. Si son semillas pequeñas, como alfalfa, mostaza o rúcula, las dejaremos a remojo entre 4 y 6 horas. Si son semillas grandes, como lentejas, rabanitos, garbanzos o semillas de girasol, las dejamos entre 10 y 12 horas. Pasado el tiempo de remojo, las enjuagaremos bien.
Las semillas que van al plato, las extenderemos con cuidado, para repartirlas por toda la superficie y las de los botes las dejamos dentro, con el bote en el soporte, para que el exceso de agua salga.
2 o 3 veces al día, tomamos los botes, los enjuagamos bien las semillas bajo el grifo con un buen chorro de agua fresca y los volveremos a su soporte. El plato lo rociamos con un spray pulverizador por encima. Es importante tenerlos en un sitio oscuro, como una alacena de la cocina que será ideal, solo los expondremos a la luz una vez que germinen por completo y estén listos para tomar.
Durante 2 o 3 días, seguiremos enjuagando nuestras semillas (que ya habrán comenzado a brotar) y pulverizando el plato de germinados. Sobre el 5 día ya estarán listas o casi listas, el tiempo suele variar según el tipo de semilla, así que es importante fijarse en las indicaciones del fabricante, que suelen decir el tiempo aproximado de germinación.
Una vez listas, las pondremos en un lugar bien iluminado, no hace falta que sea luz solar directa, para que los germinados hagan la fotosíntesis, en cuestión de un par de horas, estos comenzarán a ponerse verdes, siendo el momento ideal para su consumo.
Llegados a este punto,saco los germinados de bote y los dejo unos 30 min. sobre papel absorbente de cocina o periódicos para que sequen bien. Este paso nos servirá también para desechar fácilmente las semillas que no hayan germinado. Los pasaremos a un tupper o bote de cierre hermético y a la nevera, aguantan perfectamente 5 o 6 días. Los del plato los voy cortando según los voy a utilizar, y regándolos dos veces al día.
TRUCOS Y CONSEJOS
Un error que siempre cometo es poner semillas de más, es importante no pasarse, poco a poco la semilla va creciendo, y el brote se va encontrando con poco espacio para crecer, esto es aplicable tanto dentro del bote como en el plato. Lo ideal es una cucharada de semillas por bote, y por plato.
Hay que enjuagar bien las semillas, sobre todo si usáis legumbres, esto evitará que se pongan malas o se pudran. Si un día estáis fuera de casa y solo las regáis por la noche, no pasa nada, es algo que nadie dice, pero os aseguro que la primera vez que germiné semillas, pasé una semana casi sin hacer planes, pensando que se secarían si les saltaba un enjuague/riego.
Para guardarlos, es importante que estén bien secos, por eso los dejo un rato entre periódicos y papel absorbente, así se evita que se puedan pudrir en la nevera y aguanten más.
Aunque al principio parezca algo muy laborioso y complicado, son muy sencillos de hacer en casa, llega a ser algo casi mecánico. Os aconsejo experimentar y probar diferentes semillas y sabores, es todo un mundo por descubrir, un mundo lleno de vitaminas, propiedades y salud, y no se os ocurra hacer como yo con los rabanitos, cortarlos y comerlos, que están deliciosos, son bocados llenos de vida.
Son ideales para añadir en ensaladas, decorar tostas o como a mi más me gustan, un buen puñado de mezcla de brotes, sal gorda, un poco de aceite y un buen chorro de limón, os aseguro que es una delicia, para mi gusto no necesitan nada más.
Espero que esta entrada os ayude a quitar los miedos en torno al mundo de los germinados y os anime a prepararlos en casa, si tenéis niños, es una actividad de lo más instructiva, tener un mini huerto en casa, y si no los tenéis, es una forma estupenda de añadir un toque diferente y saludable a vuestra dieta.
Todas las semillas y germinadores con los que he realizado este post los podéis encontrar en CONASI