La dieta paleolítica o paleodieta es un plan de alimentación y estilo de vida basado en la dieta ancestral de los hombres en el periodo anterior al desarrollo de la agricultura y la ganadería. Sus seguidores aseguran que seguir las pautas del paleolítico reduce la aparición de enfermedades como la diabetes, la osteoporosis o la hipertensión, enfermedades comunes en nuestra sociedad pero desconocidas por nuestros ancestros.
Los que defienden este método se basan en que, aunque nuestra vida actual es muy distinta a la de la época paleolítica, nuestros genes no han cambiado y por lo tanto, nuestro organismo está programado para comer como nuestros antepasados y no como lo hacemos actualmente. Basándose en esta idea, defienden una dieta a partir de carne magra y pescado, acompañada de raíces, frutos secos, verduras y frutas. No se incluye ningún tipo de alimento procesado, entendiendo como tal, los cereales y sus derivados (como la pasta o el pan), las legumbres, la leche, los yogures y los quesos. Tampoco tienen cabida los alimentos procedentes de la industria alimentaria más moderna como el azúcar, la harina, los precocinados, etc. Este plan va acompañado de actividad física diaria.
Pero, ¿la alimentación en el periodo del paleolítico se adaptaba mejor a las necesidades de nuestro organismo? Analicémoslo y descubramos qué tiene de cierto y de mito este régimen alimentario.
Es cierto que algunos alimentos modernos o tratados industrialmente son nutricionalmente peores a los de su origen, ya sea por la pérdida de nutrientes durante el proceso de manipulación o bien por la incorporación de ingredientes poco saludables. No obstante, no podemos caer en el error de generalizar este déficit a todo alimento procesado. Por ejemplo, las legumbres, los cereales integrales o la leche y sus derivados contienen nutrientes que mejoran el estado de salud de las personas y no debemos excluirlos de nuestra dieta por el simple hecho de que nuestros antepasados no tuvieran acceso a ellos por falta de recursos tecnológicos.
También es cierto que disminuyendo el consumo de alimentos ricos en azúcares refinados, grasas hidrogenadas y sal, así como incorporando ejercicio físico a nuestra rutina diaria, prevenimos las llamadas enfermedades de la civilización (obesidad, diabetes, hipertensión, algunos tipos de cáncer, osteoporosis,…), pero tampoco podemos atribuir de forma exclusiva a los hábitos alimentarios y al estilo de vida de los paleolíticos la ausencia de estas dolencias. Es preciso recordar que la esperanza de vida en aquella época era inferior a los 40 años, edad a partir de la cual suelen aparecer estas enfermedades, de manera que nuestros antepasados no vivían los suficientes años como para poder desarrollarlas.
La dieta del paleolítico o paleodieta, como cualquier dieta prohibitiva, comporta perder muchas posibilidades gastronómicas y matices culturales, lo cual la hace desaconsejable además de muy difícil de llevar a cabo en nuestro contexto social. Podemos aprender muchas cosas de nuestros antepasados, pero no podemos pretender obtener lo mismo en un ambiente totalmente diferente como el actual. Hay muchas formas de alimentarse saludablemente, sin prohibiciones y aprovechando para nuestro bienestar aquello que tenemos a nuestro alcance.