Revista Cocina

Los ‘threenagers’… o los terribles tres años

Por Elgrangugu @VeroniRguez

Ví el concepto en un artículo de prensa, hace no mucho. Los threenagers, los peques de dos-tres años que, en esta etapa especial y crucial de la autoafirmación, parecen comportarse como adolescentes. A todo dicen que no, la rebeldía es su seña de identidad y exponen nuestra paciencia a límites insospechados. Así estoy viviendo yo la convivencia con un threenager y así trato de poner los límites…

 

- “Yo solito”, “lo hago yo”. Mi pequeño adolescente de tres años ha adoptado estos mantras, que repite una y otra vez. Está bien para cuando quiere vestirse o desvestirse, o quiere lavarse los dientes él “solito”; forma parte de su aprendizaje. Pero la cosa se sale de madre, nunca mejor dicho, cuando secuestra las llaves de casa y quiere abrir él la puerta, sin llegar casi al pestillo, o cuando se emperra en conducir él el carrito del hermano.

En este caso hay que hacerle ver qué puede hace solito, y qué no. Para no todo necesita ya nuestra ayuda pero debe saber que aún somos nosotros lo que decidimos esto.

Y no hay que ver esto como algo negativo, siempre, y de hecho aprovecharnos de sus ganas de hacer por él mismo las cosas. Eso sí, os aconsejo que pongáis los medios para que él y vosotros os sintáis seguros. Si cuando era un bebé tapastéis todos los enchufes y quitásteis de su vista medicamentos y productos de limpieza, ahora toca poner un taburete seguro para que pueda llegar él solo al grifo y pueda lavarse los dientes, por ejemplo.

- La etapa de la negación. A los dos o tres años, unos antes, otros después, llega un momento en que el “no” se instala en sus vidas. Hacer que nos obedezca se convierte en una lucha continua ya que quiere demostrar en todo momento que él ya tiene criterio propio y lo va a mantener caiga quien caiga.

En esos momentos, es cuando más firmes tenemos que mantenernos. Pensar que le decimos las cosas por su bien, no por el nuestro. De hecho, será fácil sucumbir al primer “no” pero si hacemos eso, claudicamos, le enviamos la señal de que “todo vale”.

- La monta para salirse con la suya. Es quizá uno de los momentos más complicados de manejar. Y es el compendio de todo lo dicho anteriormente. Cuando quiere hacer algo y no le dejáis, cuando se niega en redondo a hacer algo que le ordenáis. Cuando se ve atrapado en ese callejón sin salida… la monta. Es su forma de imponerse por encima de las circunstancias adversas que le rodean. Llora, grita, patalea, hace aspavientos… y pone de los nervios.

De nuevo, lo fácil, lo cómodo, lo seguro es darle esa piruleta que quiere, abandonar la pretensión de que te coja la mano para cruzar pero no es lo correcto. Y hay que repetírselo una y otra vez, tantas veces como él pretenda salirse con la suya.

Y qué decir de las barraqueras en público. Hay que actuar como hacéis en casa. Ni un paso atrás. Con templanza, firmeza y determinación. Hay que pensar que en parte es su forma de llamar la atención, cuanta más acapare, más lo hará.


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