Revista Cocina

Sumilleres. ¿aún más solos en su nube?

Por Jose Diego Ortega. Marevinum
SUMILLERES. ¿AÚN MÁS SOLOS EN SU NUBE?
     Leyendo el otro día un artículo en la edición digital de un periódico levantino, observo no con asombro pero sí con cierta desazón, como de los contados restaurantes que disponen de sumiller “full time” en la provincia de Alicante, varios de ellos son criticados al haber sufrido el autor desagradables experiencias a la hora de disfrutar de sus servicios, debido entre otras causas a la prepotencia de algún profesional.
     Al parecer se sigue sin querer asumir que las lecciones se tienen que dar en la escuela, universidad, curso de cata y similares, pero no en la mesa de un restaurante, que por cierto suele ser carísimo, donde el comensal hace una fuerte inversión económica a cambio de obtener, como poco, satisfacción culinaria y un trato del personal, que no debe ser servil, pero sí de acorde con el respeto debido al cliente, que al fin y al cabo es el que te paga la factura del colegio de los niños y es el fin último por el cual tu jefe abre el restaurante cada día.

SUMILLERES. ¿AÚN MÁS SOLOS EN SU NUBE?
     Con ello andaba a vueltas en mis pensamientos cuando para rematar, en el coloquio posterior a una sesión de cata técnica en una asociación de sumilleres, se nos comenta que desde las altas esferas del mundillo de la sumillería, se está fomentando un cambio de tendencia a la hora de expresar las sensaciones que experimentamos al catar un vino.
     Me explico: Hasta el momento se había hecho hincapié hasta la saciedad en popularizar y hacer entendibles nuestras notas de cata, de manera que el ciudadano de a pie, al fin y al cabo nuestro futuro comprador de vino, potencial cliente o simple aficionado a este mundo que se molesta en leerte, seguirte o paga por que le enseñes, pudiera entender lo que expresas y experimentar de alguna manera un acercamiento al mundo del vino.
     Ahora se pretende que el sumiller demuestre todo lo que ha estudiado y se distinga del común de los mortales utilizando una terminología técnica, cogida a lazo de diversas disciplinas científicas, para decir por ejemplo: “Detecto diacetilo” en vez de “aroma a mantequilla” o “acetato de isoamilo” en vez de “olor a plátano”. Como diría un castizo: “Lo que nos faltaba pal duro” (a partir de ahora: “El resto proporcional hasta alcanzar en nuestra columna de haber, la cantidad exacta de 0,03 euros”). Ya nos veían como bichos raros, pedantes y alejados del mundanal ruido cuando empezábamos a vueltas con los frutos rojos acídulos o aromas de monte bajo mediterráneo. Ahora no quiero imaginar lo que pensarán del “tío del diacetilo, del mercaptano o del tetracloroanisol”.
     Tiempo de crisis, tiempo de cambios. ¿Por qué no empezamos por cambiar las pilas de la brújula y echamos un vistazo a nuestro alrededor?


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