Muchas veces criticamos a la Michelín por la deriva a la que va en los últimos años. Restaurantes todos iguales, menús calcados y diseñados para lucir en Instagram y propuestas que, en las grandes ciudades, ya superan los 100€ por cualquier menú. Esto unido a las estrellas fijas, chefs que (hagan lo que hagan) siempre reciben su estrellita y a cierta tendencia hacia los asiático lo hacen todo muy aburrido.
Sin embargo, de vez en cuando nos llevamos sorpresas. Pequeños locales de provincias donde te encuentras con el menú habitual pero tratado de otra manera, con pequeños detalles y un precio más ajustado que convierten la visita en algo delicioso.
Y esto pasa en Tatau. Un local de 20 comensales en mesas altas que decorado con desenfado, dibujos, láminas de Star Wars, Master of Universe y una vitrina con figuritas estética ochentera ofrece una gran experiencia. Empezando porque el día antes te mandan un guasap para confirmar las mesa, te pasan el menú y te preguntan por intolerancias o en nuestro caso, por ver que tipo de menú comerán los niños. Siguiendo por la entrada, donde te reciben y te sientan en la zona de barra para ofrecerte un Gin-Fizz 0-60º (una parte congelada y la otra caliente) mientras esperas la mesa. De allí a la zona de mesas, con la cocina vista al lado donde Tonino Valiente y dos ayudantes realizan todas las preparaciones.
Ya en la mesa llega el primer pase. Una degustación de tapas recuerdo de los inicios del local: rusa (un suave bocado de ensaladilla), tartar de trucha de El Grado, patata brava, chips de limón y pimienta negra y croqueta de rustido.
Continuamos con un tapita de jamón de latón, cerdito feliz lo llaman, con pa amb tomaquet
Bombón de aceituna y pan con aceite de somontano Loscertales. La explosión de comerte un bonbón relleno de zumo de oliva.
Ensalada contraste de invierno. Sabores heterogéneos en una ensalada con toques salados, dulces, ácidos. Toques de pan, de calabaza, alcachofa y granada.
Lubina salvaje a la carbonara. Una lubina preparada con aire de parmesano. un plato sorprendente y uno de los que más gustó, sobretodo a los pequeños.
Latón de la Fueva y angula de monte. Dos preparaciones de cochinillo, una deshuesado y asado y otra en albóndiga. A cada cual más rica, sobre un fondo sabrosísimo e intenso de la carne y seta angula de monte (parecidas al perretxico).
Pasamos a los postres. El primero pera de la Litera y yogur de Fonz con helado de vino, una original manera de tomar peras al vino que combinaba los sabores de manera perfecta. El segundo una reinterpretación del "Solero", helado de vainilla con mango y chocolate blanco.
Para terminar la comida te llevan a un sala de sofás donde puedes pedirte una copa, un café o salir a una pequeña terraza a fumar. En esta zona te sirven, a modo de petit four, otro helado, este de galleta María con leche montada. Curiosidad: En esa zona hay un máquina de bar, de arcade, de las de toda la vida, donde los chicos se echaban un Mario Bros mientras nosotros terminamos tranquilamente una comida relajada que se alargó tres horas.
El servicio es redondo, ningún fallo y es muy atento. Tres personas da de sobra para cubrir la sala sin sobresaltos. El precio del menú es de 68€ y para los niños dan opciones de adaptarlo, tomarse un menú entero o compartirlo. Esta opción es la que escogimos y es ideal ya que se toman el Gin-Fizz pero sin alcohol, entrantes iguales a los del menú y luego los platos justo la mitad con lo que pueden comer a tu ritmo y disfrutar de cada uno de los pases.
Las bebidas sin alcohol son muy baratas pero los vinos no tanto, más bien son caros. La carta de vinos, extensa y muy cuidada, lo es tanto que casi todo son grandes referencias lo que supone un precio elevado. Tienes opción de comer con vino por copas que salen a 6€ las de vino y 14€ el cava.
Resumen de la experiencia: ¡Comida perfecta!