Después de 23 años de casados te replanteas la conmemoración de un aniversario de boda como un reto personal para sorprender a tu pareja. De este pensamiento, nace la idea de organizar un vuelo en globo y disfrutar, de lo que puedo constatar, como una de las experiencias más gratificantes y enriquecedoras de todas cuantas haya experimentado hasta la fecha.
Antes de que llegara el día del vuelo, la primera sorpresa fue recibida con 48 horas de antelación en la frase que originó una expresión facial de: " yo te mato " (sic); bueno cariño, el próximo sábado tenemos que levantarnos a las 4:30 de la madrugada, para que veas el regalo de aniversario que te he preparado. La cara de mi mujer, un poema: una vez la sorpresa se atenuó, me comentó, que había pensado por mis palabras, en la visita a una lonja de pescados, ante tan intempestiva hora de levantarse, pero tan usual en el mundo del comercio piscícola.
La hora de encuentro con el resto de compañeros y personal de la empresa aerostática, 6 de la mañana; tiene su explicación: el mejor momento para volar en globo, es siempre a primera hora de la mañana, que es cuando hay menor temperatura, el contraste con la temperatura interior del globo es mucho mayor y por lo tanto más propicia para el vuelo, se producen menos turbulencias y corrientes debido al calor del sol y la velocidad del viento suele ser menor.
Una vez montados en los todoterrenos y con el globo a cuesta de un remolque, hacemos la parada de rigor para comprobar la dirección del viento con al lanzamiento de un globito cargado de helio, tecnología punta. Asegurada la dirección que a primeras horas de la mañana llevaría el dios Eolo, no desplazamos al punto de despegue: un cultivo de trigo recién recolectado.
El despliegue de la tela del globo deja pronto entrever la magnitud del mismo y aparecen nuestras primeras o mejor dicho, segundas caras de sorpresa: 17 metros en su parte más ancha y 23 en altura total, equivalente a un sexto piso para que os hagaís una idea, sencillamente impresionante.
Inflado del gobo
Casi a punto para el vuelo
Interior del globo, ¡¡¡¡¡ immmpresionante!!!!
Antes de embarcarnos en la nave, somos hagazajados con unos sombreros de paja monísimos e invitados a cubrir nuestras cabezas no precisamente para protegernos de las inclemencias de Helio, sino para protegernos del fuego y el calor expulsado por los quemadores de gas cuál dragón mitológico y que tenía su apartado satisfactorio al mitigar cualquier atisbo de frialdad.¡¡¡¡ Listos para volar !!!!
Una vez subidos todos en la canasta, comenzamos a elevarnos casi sin apreciarlo, con una suavidad sorprendente y dejando atrás rapidamente cualquier duda o miedo respecto al momento que estábamos viviendo. Como bien comentaba Vicente, piloto experimentado del globo, es difícil transmitir la sensación de esta experiencia, pero de lo que sí doy fe, es la ausencia total de vértigo.Y allá vamos
Poco a poco, fuimos ganando altura hasta llegar a los 800 metros y ante nosotros se estaba desplegando todo un abanico de colores representados tanto por la visión de campos, casas diminutas y fauna diversa, pero sobre todo por un amanecer precioso que inundaba con su luz un paisaje que parecía no tener fin y del que nos sentíamos privilegiados desde nuestro gran mirador en forma de cesta.
Alcanzando altura
Precioso amanecer desde los 800 metros
Altura máxima alcanzada: 800 metros
Superrelajados y eso que Sol tiene pánico a las alturas
Nos fuimos dejando llevar por el viento envueltos en la calma más absoluta y ausencia total de ruido, solo rota por el intermitente rugir de los quemadores de gas sobre nuestras cabezas, disfrutando con intervalos silenciosos que invitaban a la meditación y momentos divertidos como el apartado de "vámonos de copas" cuando nuestro piloto nos llevó a rozar las copas de enormes árboles dispuestos en la orilla del Río Guadimar y donde hizo gala de su enorme habilidad para el manejo de este tipo de nave.Nos vamos de copas
Parece un fondo de pantalla
Transcurrida una hora y media desde que despegamos, después de alternas subidas y bajadas an altitud, de momentos de quietud, de risas y sobre todo agradables sensaciones llegó el momento de aterrizar, momento en el cuál, Vicente se puso en contacto con el equipo de tierra para indicarles el punto de encuentro. Gran labor la del equipo de rescate, circundando campos, acequias, vallas y todo tipo de obstáculos para llegar a nuestra posición.¡¡¡¡ Aporrizaje!!!!!, uno de los momentos más divertidos
El aterrizaje fue unos de los momentos más divertidos, tomando postura tal como se nos enseñó con antelación, la pregunta del piloto fue sorprendente: ¿ preferís aterrizaje o aporrizaje?, para nada, una toma con tierra o mejor dicho con los pastos del trigo recién cosechado, de lo más suave y divertida y de las que te dan ganas de volver a subir y repetir. Un final espléndido que puso un broche de oro a una experiencia que recomiendo a todo el mundo y que supo a poco.En tierra sanos y salvos
Montados en los 4x4 del equipo de tierra y después de la recogida de todos los bártulos, no sin un sobreesfuerzo debido a la lluvia que comenzó a caer justo al aterrizar (increíble para estar en Sevilla, un 21 de Junio y sin previsión de la misma) nos dirigimos al punto de encuentro en el Hotel Abades de Benacazón, donde se nos hagazajó con un buffet libre y Vicente, nuestro piloto, nos instruyó en la historia del primer vuelo en globo.Bautismo de Sol
Entrega de diploma
Mi bautismo
Con las energías recuperadas nos fuimos al jardín donde llegó el momento de nuestro bautismo aerostático, bendecidos con un chorrito de cava, ceremonia con antigua tradición para los pasajeros noveles en este tipo de naves y en la que se nos hizo entrega de un diploma acreditativo del vuelo y en el que aparezco como "Príncipe del Siroco", viento del SE que nos impulsó durante esta espléndida e inolvidable mañana.
Desde aquí quiero dar las gracias a todo el equipo de GLOOBO por su magnifica profesionalidad y hacernos pasar una mañana maravillosa así como animaros a experimentar una sensación inolvidable.