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Como hace tiempo que no registro entradas gastronómicas, lo hago hoy de manera rauda proponiendo tomar un pollo como víctima para una vez desprovisto de pechugas, o sea, despechugado, hacerlas “al estilo mozárabe” (?), una manera harto sencilla de prepararlas como enseguida verán.
Realmente, desconozco el porqué de esa precisión del momento histórico-temporal, quiero decir ¿por qué a la mozárabe y no a la almohade, la mudéjar o la almorávide? En fin, chorradas intrascendentes frente a lo que hubiera sido mi verdadero deseo, entretenerme con la pechuga de una moza árabe antes que con este pollo mozárabe. Mas imposibilitado de lo primero, iremos al turrón y comenzaremos la receta…
… haciendo el necesario y sempiterno sofrito. Primero con pimiento verde y zanahoria (fig. 1), a los que luego incorporaremos la cebolla (fig. 2) y finalmente el tomate (fig. 3). Cuando todo esté pochado convenientemente añadiremos el “hecho diferencial” de esta receta, o sea, una picada de pasas, higos secos y almendras (fig. 4 y 5). Dejaremos que se rehogue todo otro ratito (y esto de “ratito” me da pie para comentar lo bien que le vienen los diminutivos al género gastronómico, ¿se han dado cuenta? Supongo que no es más que un antiguo reflejo del lenguaje maternal.)
En sartén aparte “sellaremos” los trozos de pechuga previamente cortados en buenos dados y salpimentados hasta que pierdan su crudo color de crudo (fig. 6). Los añadiremos al sofrito (fig. 7) y tras un leve salteo del conjunto cubriremos con caldo de ave —síiiiiiii, vaaaaale, de avecrem va que chuta si no tienen otra cosa a mano— y pondremos a flotar en el mismo un canutillo de canela en rama (fig. 8) como aquellos misteriosos trocitos xiloformes de la colonia Maderas de Oriente que usaban las señoras de antaño.
Sólo resta esperar a que el guiso, a fuego muy lento, reduzca los fluidos, ayudándolo si es necesario con una puntita de maicena. El resultado, acompañado el pollazo de un arrocito al curry y una litrona de Cruzcampo, es tal el que se muestra en la espectacular imagen final. Los niños de mi casa e incluso la dueña de la misma, quedaron muy contentos. Servidor de ustedes no tanto, la verdad, y no porque hubiera salido mal el experimento sino que a mí estos dulzores exóticos, psch, psch, psch, me parecen algo excesivos.
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